Energía, minería y medio ambiente

La oportunidad de las renovables?

El 40,9% de la electricidad mundial se genera ya sin emisiones de gases de efecto invernadero, según un estudio publicado esta semana. Es la primera vez que esta cifra supera tal porcentaje desde los años cuarenta del siglo pasado. Es una excelente señal de que la descarbonización de la economía global, imprescindible para mitigar en la medida de lo posible los efectos del cambio climático, está avanzando.

Sin embargo, no es suficiente. El perfeccionamiento tecnológico en renovables ha aumentado significativamente la oferta de energías verdes, pero sus efectos quedan diluidos por el hecho de que la demanda en todo el planeta se haya duplicado en este último cuarto de siglo. Esto, en consecuencia, ha exigido un aumento de la energía fósil. La producción de electricidad proveniente del gas natural fue en 2024 casi dos veces y media mayor que la de 2000; mientras que la derivada del carbón creció un 82% en el mismo periodo. El resultado es que las emisiones de dióxido de carbono del sector eléctrico se incrementaron un 80% en ese tiempo. Todas estas cifras muestran una realidad: aunque la apuesta por las renovables está funcionando y la mayor parte de las tecnologías han entrado en un círculo virtuoso que las hace más eficientes, una mayor demanda —motivada tanto por la creciente electrificación (de los hogares y empresas y de la movilidad) como por factores nuevos como los centros de datos—hace que las tecnologías más antiguas y contaminantes no terminen de morir del todo.

Si a eso le sumamos una mitificación de los combustibles fósiles como fuente de riqueza de un país nos encontramos con escenas como la insistencia en el carbón del presidente de EE UU, Donald Trump, o el empeño de su homólogo brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, de extraer petróleo en el delta del Amazonas. Aunque la Agencia Internacional de la Energía prometa que nos acercamos al final del reinado de las energías fósiles, la persistencia del viejo monarca es preocupante. Además, a falta de perfeccionar las técnicas de almacenamiento, las renovables pueden no producir lo suficiente cuando se necesita o, por el contrario, hacerlo en exceso cuando no, lo que reduce drásticamente su precio y lastra la rentabilidad de todo el sistema.

En el caso de la Unión Europea, la producción libre de emisiones supera ya el 70%. Aquí, salvo raras excepciones, el debate no está tan centrado en la persistencia de las energías fósiles sino en la nuclear. Tanto la consolidación y rentabilidad de las renovables como los problemas de las centrales de última generación han reducido drásticamente su atractivo para el futuro. En España, las empresas eléctricas abogan por una prórroga en su funcionamiento (apoyada por el PP con el respaldo tácito de los nacionalistas catalanes) pero sin planes concretos.

Es en el sector eléctrico donde se puede marcar más la diferencia a la hora de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Por eso, y por mucho que las renovables ya tengan ventaja no solo desde el punto de vista medioambiental sino también desde el económico, los esfuerzos por parte de los poderes públicos no deben cesar sino acelerarse. Apostar por la investigación en técnicas de almacenamiento y, del lado de la demanda, seguir buscando la eficiencia, son indispensables para seguir avanzando.

El País – Colombia – 11.04.2025

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